Algunos
dirán que Racing estuvo a treinta centímetros de empatarle a
Independiente. Que si Vietto convertía luego del desborde de Villar
comenzaba otro partido. Que los Rojos podrían haber perdido. La realidad
es que, más que un equipo grande, la Academia pareció un club de
barrio.
A Racing le faltaron ideas, agallas, energía e inteligencia. Fue como si hubiera despreciado al rival que tenía enfrente, que era ése al que toda su gente quiere ganarle. Todos sabían que el clásico era, para Independiente, la final de un Mundial, su mundial particular. Los dirigidos por Zubeldía lo tomaron como un partido más. Como tres puntos en juego. Nada más.
En el corazón, Racing sufrió una escandalosa goleada. El resultado le impacta de lleno en su identidad, en su ADN como equipo. Porque con su historia, la Academia no puede darse el lujo de presentar a un solo jugador de fútbol -Vietto- ante el rival de toda la vida. No debería conformarse con haber elaborado una sola jugada colectiva en noventa minutos de fútbol. ¡Una sola!
Salvo Vietto, jamás se notó la rebeldía de los jugadores racinguistas. Dio la sensación de que se dieron por vencidos antes de estarlo. La Academia carece de plan de juego desde las salidas de Centurión y Fariña. Antes, todos sabían que había que darles la pelota a los ligeritos, para que ellos se encargaran del juego ofensivo. Ausente Centurión, Pérez Guedes no le llegó ni a los talones; ausente Fariña, entró Sand. Y fue una estaca. Ni referencia ofensiva, ni pivote, ni delantero. Un híbrido que no hace nada de nada.
Racing terminó siendo eso: un equipo gris, sin esencia, ni patrón de juego ni sentido colectivo. La historia del clásico de Avellaneda exigía mucho más. Le pedía a Racing que fuera a buscar el resultado con todo. Que apretara los dientes, encendiera el cerebro y acorralara a los Rojos. No pasó nada de eso.
Ante las evidencias futbolísticas, los hinchas esperaban, por lo menos, una autocrítica de parte de su entrenador. Tampoco en eso estuvo Racing a la altura de su historia: el DT prefirió recordar que los clásicos de visitante "son muy difíciles" y que el rival "defendió muy bien". De la colección de errores conceptuales y técnicos de sus jugadores, Zubeldía no dijo nada. Como si la diferencia con Independiente sólo hubiera sido los dos goles. Racing entró al Libertadores de América en desventaja: en el ánimo de sus jugadores ya perdía por goleada. Noventa minutos después, parte de esa diferencia se trasladó al marcador.
http://canchallena.lanacion.com.ar/1557732-opinion-racing-jugo-el-clasico-a-desgano
A Racing le faltaron ideas, agallas, energía e inteligencia. Fue como si hubiera despreciado al rival que tenía enfrente, que era ése al que toda su gente quiere ganarle. Todos sabían que el clásico era, para Independiente, la final de un Mundial, su mundial particular. Los dirigidos por Zubeldía lo tomaron como un partido más. Como tres puntos en juego. Nada más.
En el corazón, Racing sufrió una escandalosa goleada. El resultado le impacta de lleno en su identidad, en su ADN como equipo. Porque con su historia, la Academia no puede darse el lujo de presentar a un solo jugador de fútbol -Vietto- ante el rival de toda la vida. No debería conformarse con haber elaborado una sola jugada colectiva en noventa minutos de fútbol. ¡Una sola!
Salvo Vietto, jamás se notó la rebeldía de los jugadores racinguistas. Dio la sensación de que se dieron por vencidos antes de estarlo. La Academia carece de plan de juego desde las salidas de Centurión y Fariña. Antes, todos sabían que había que darles la pelota a los ligeritos, para que ellos se encargaran del juego ofensivo. Ausente Centurión, Pérez Guedes no le llegó ni a los talones; ausente Fariña, entró Sand. Y fue una estaca. Ni referencia ofensiva, ni pivote, ni delantero. Un híbrido que no hace nada de nada.
Racing terminó siendo eso: un equipo gris, sin esencia, ni patrón de juego ni sentido colectivo. La historia del clásico de Avellaneda exigía mucho más. Le pedía a Racing que fuera a buscar el resultado con todo. Que apretara los dientes, encendiera el cerebro y acorralara a los Rojos. No pasó nada de eso.
Ante las evidencias futbolísticas, los hinchas esperaban, por lo menos, una autocrítica de parte de su entrenador. Tampoco en eso estuvo Racing a la altura de su historia: el DT prefirió recordar que los clásicos de visitante "son muy difíciles" y que el rival "defendió muy bien". De la colección de errores conceptuales y técnicos de sus jugadores, Zubeldía no dijo nada. Como si la diferencia con Independiente sólo hubiera sido los dos goles. Racing entró al Libertadores de América en desventaja: en el ánimo de sus jugadores ya perdía por goleada. Noventa minutos después, parte de esa diferencia se trasladó al marcador.
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