martes, 8 de junio de 2010





Romero, el uno "rojo" de la Argentina

por Juan Terranova
Messi. Messi. Messi. Todos siguen al crack. ¿Jugará en el Mundial como juega con el Barcelona? ¿Hará goles? ¿Errará, acertará, aparecerá, desaparecerá? ¿Tiene quién lo acompañe? Son muchos interrogantes. Y yo me pregunto, ¿más allá de Messi qué? Carlos Tévez, desde luego, el Hyde en esta historia de Jekill & Hyde. Tévez es las teclas negras del piano, el héroe proletario con la cara quemada y su grupo de cumbia cibertrónica. Talentoso también, desde luego, pero 100% argentino, salido de Fuerte Apache, un peligroso enclave del segundo cinturón post-industrial y casi post-nuclear de la Provincia de Buenos Aires.

Tévez es todo lo que no es Messi. Tiene carisma, personalidad, libido, se entrega a la refriega oral, se exhibe. Y con él también hay dudas. ¿Jugará el Mundial? ¿Hará goles como en el Manchester United? Goles. Goles. Goles. Me resisto a entrar en el vértigo de argentinos y españoles capaces, si hay goles, de frotarse los genitales contra la pantalla de la TV (o en su defecto contra alguna pared más o menos suave del Bernabéu, la Bombonera, el Monumental o el Camp Nou).

Me voy al otro arco, señores. Al arco argentino. ¿Y ahí quién está? Sergio Romero, un misionero de un metro noventa que juega bien al futbol y va a ser el arquero revelación de Sudáfrica 2010. Como Messi, Romero nació en el 87. Pero a diferencia de Messi, le sobra físico. Aparte es resolutivo, juega con los pies y viene de familia de basquetbolistas. Nunca sale a destiempo, participa siempre descolgando centros y dando pases y es atajador en el uno a uno. Si Messi erra, ¿qué pasa? (Y Messi va a errar este mundial y los sponsors llorarán pérdidas millonarias.) Digo, si Messi erra, el juego sigue. Romero no puede darse el lujo de cometer un error. Y menos en un Mundial.

Messi ha tenido partidos fantasmales, llenos de agujeros y globos de concentración. Romero, por su posición, no tantos. ¿Cuáles son las marcas de su biografía? Primero, el sacrificio del hombre que no es de la gran ciudad. Pese a haber nacido en Misiones, la provincia más chica de la mesopotamia argentina, Romero empezó a jugar en la CAI, un club de Comodoro Rivadavia, pequeña ciudad de la Patagonia donde su padre policía había sido comisionado. De la humedad de la selva tropical al desierto salitroso y frío, entonces. Después, sí, el Pato Fillol, un arquero mítico, fue el que comprendió su potencial y lo hizo debutar en Racing de Avellaneda. Ahí jugó poco. Enseguida, como Messi, Romero voló para Europa.

A los veinte años ganó la titularidad en el AZ Alkmaar, un equipo de la liga holandesa, oficialmente Alkmaar Zaanstreek. (Su camiseta es roja.) Enseguida, con cuatro partidos y el arco invicto, tuvo su merecida medalla de oro jugando en la selección argentina durante los Juegos Olímpicos de 2008. A principios del 2009, y el detalle no es menor, enojado por haber perdido en cuartos de final atajando para el AZ contra el NAC Breda, llegó al vestuario, le pegó un golpe de puño a una pared y se lesionó. Igual, en abril, su equipo salió campeón de la Eredivisie, la máxima liga holandesa de futbol.

¿El arquero se termina de formar a los treinta años? ¿A Romero le falta experiencia? Demasiado poco hablamos de estos jugadores que nunca van a aparecer en las publicidades de yogur, los defensores que no atacan pero que marcan, el arquero que da confianza y seguridad, los que trabajan, la base, el proletariado del fútbol. Por eso, cuando en alguna parte del mundo enciendan la TV para ver jugar a la Argentina, si la cámara lo permite, pongan un ojo en Sergio Romero que los va a saludar desde abajo de los tres palos. Y si entra en la historia mundialista de los sufridos y heroicos arqueros argentinos, préndanle una vela a los desterrados del mundo de la fama deportiva.

* Juan Terranova, escritor argentino, acaba de publicar en España su novela "El canibal" (Ediciones Baladí).

http://www.elmundo.es/mundial/2010/html/once_literario/romero.html

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