Cuando el partido se iba sin gritos (ni Llop los daba), apareció el chaqueño Martínez para poner la cabeza y darle la primera alegría a Racing. San Lorenzo, con Chaco Torres lejos de Mardel, no tuvo una buena noche...
¿Que no importan los partidos de verano? ¿Quién lo dice? Pregúntenle a Llop si no importan. ¿Cuánta presión se sacó de encima con ese cabezazo de Martínez? Cuánto alivio, ¿no, Chocho? Porque Racing no sólo venía de comerse cuatro con Independiente, también hacía seis partidos que no ganaba. Y, poquito a poquito, eso se va sintiendo. Sumado a cierto malestar de los jugadores y a que recién empieza el año... Un cóctel nada agradable para cualquiera. Por eso el grito de Llop, por eso el pibe de Martínez no pudo contenerse y se sacó la camiseta para festejar un gol en un torneo de verano. ¿Quién dice que no importan?Son circunstancias, diría Russo. Y esas circunstancias hablan de verano, de pretemporada, de planificación, de pruebas. Pero, sobre todo, hablan de un partido imposible, apenas soportable si sos hincha de uno u otro. Y hasta ahí. Podía ser una buena oportunidad para que, casi casi los veintidós (el casi casi es por Adrián González y Franco Sosa), demostraran que pueden ser tenidos más en cuenta por sus entrenadores. Sin embargo, hay que buscar con lupa a alguien que se haya ganado ese derecho. De dos equipos sin rodaje, recién empezados a trabajar, no se podía esperar mucho más.
Las opciones de gol del primer tiempo marcaron la pauta de lo poco que pasó. A ver: un tirito de Rinaldi que para Campagnuolo fue lo mismo que nada, un cabezazo de Sánchez Sotelo abajo para que Centeno se revolcara un poco y un zurdazo de Voboril por arriba del travesaño con el arco a disposición. Tal vez, la jugada previa fue lo único que pudo haber hecho levantar a la gente. Menseguez, contra la línea derecha, inventó un regate y un centro de otro partido. Fue por eso que Voboril no tuvo reacción para acertarle al arco: no se esperaba algo así.
No cambiaron mucho las cosas en la segunda parte. Quizá se pueda decir que Centeno fue uno que hizo algo para ganarse una consideración (mayor) de su entrenador. Sin atajadas rimbombantes pero transmitiendo una seguridad básica para un arquero. Dentro de un contexto opaco, lo de Centeno fue algo.
Pero, claro, fue mucho más lo de Matías Martínez. Justo un pichón de Llop le fue a dar una mano al entrenador. Porque ese cabezazo fue salvador. Fue aire, fue anestesia, fue alivio, fue todo lo que necesita Racing en este momento. Momento de verano y de pruebas, pero también de agobio y de dudas. Que, al menos por un rato, quedan archivadas.
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